23 de mayo de 2009

Unos minutos con Eduardo Galeano

5 comentarios:

  1. Una de las poquísimas voces a las que se debe escuchar en este mundo al revés como él mismo lo señala.

    Felicito a quien tuvo el acierto de colocarle en el blog, con esa participación.

    Algo sobre la pérdida del miedo al infierno y a la influenza se debe trabajar.

    Los pueblos NO tienen los gobiernos que se merecen. Eso es una falacia. Han sido conducidos para que se encuentren en ese callejón sin salida.

    Por eso creo que es necesario denunciar la estulticia de la vulgarización en las actividades sociales.

    En Carbó o en cualquier lado, la gente es capaz de reconocer a los que sí quieren hacer algo por el pueblo y los que han tomado cosas serias llevándolas al terreno de juego de la majadería.

    Es tiempo de dejar las actividades
    sosas o las voces del "ni al caso".

    ¡Basta de tonterías!

    El asunto es más serio de lo que parece.

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  2. !Estupenda entrevista! En tan solo 6 minutos y medio, se resume lo que muy pocos de nosotros pensamos como "Galeano".Esto me recuerda una frase:"El hombre es el propio lobo(o depredador)del hombre".Se aparenta vivir con rectitud en un mundo de mentiras;La justicia,la religion,la democracia,la educacion etc.si nos damos cuenta, es pura mentira,como dicen Facundo y alberto cortez,"hay pendejos que creen que todos los pendejos son pendejos". !SALUDOS,GUERO!. EL ZETO

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  3. jajajajajajaja jaja vergüenza ajena fue la ke senti ahora ke escuche hablar a los candidatos del pan en la plaza del pueblo.
    empezando por el omar carranza ke no dijo mas ke puras tontadas, y ese jesus lopez ke vino a decir puras mentiras, y el sobrino de la china ke andaba como drogado x ke no sabia lo ke estaba diciendo, luego claudio demostro su ignorancia hablando cosas sin sentido, se nota ke no tiene nada ke ofrecer y para rematar el colmo ke la maestra de ceremonia termino pidiendo el voto para el candidato del pri repitiendo su nombre en varias ocasiones.

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  4. Y aun y tus &&PR
    EOCUPACIONES&& yav era como los del PRI no nosv ana v er ni el polbo

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  5. A ver si no parece un poco largo a las voces del "ni al caso", el fragmento de texto que he tomado prestado para tratar de ilustrar este comentario.

    El otoño del patriarca
    Gabriel García Márquez

    “... cómo carajo me voy a escabullir del nuevo embajador Fisher que me había propuesto denunciar la existencia de un flagelo de fiebre amarilla para justificar un desembarco de infantes de marina de acuerdo con el tratado de asistencia recíproca por tantos años cuantos fueran necesarios para infundir un aliento nuevo a la patria moribunda, y él replicó de inmediato que ni de vainas, fascinado por la evidencia de que estaba viviendo de nuevo en los orígenes de su régimen cuando se había valido de un recurso igual para disponer de los poderes de excepción de la ley marcial ante una grave amenaza de sublevación civil, había declarado el estado de peste por decreto, se plantó la bandera amarilla en el asta del faro, se cerró el puerto, se suprimieron los domingos, se prohibió llorar a los muertos en público y tocar músicas que los recordaran y se facultó a las fuerzas armadas para velar por el cumplimiento del decreto y disponer de los pestíferos según su albedrío, de modo que las tropas con brazales sanitarios ejecutaban en público a las gentes de la más diversa condición, señalaban con un círculo rojo en la puerta de las casas sospechosas de inconformidad con el régimen, marcaban con un hierro de vaca en la frente a los infractores simples, a los marimachos y a los floripondios mientras una misión sanitaria solicitada de urgencia a su gobierno por el embajador Mitchell se ocupaba de preservar del contagio a los habitantes de la casa presidencial, recogían del suelo la caca de los sietemesinos para analizarla con vidrios de aumento, echaban píldoras desinfectantes en las tinajas, les daban de comer gusarapos a los animales de sus laboratorios de ciencias, y él les decía muerto de risa a través del intérprete que no sean pendejos, místeres, aquí no hay más peste que ustedes, pero ellos insistían que sí, que tenían órdenes superiores de que hubiera…”

    Páginas 267 y 268
    Primera edición, noviembre de 1986

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