La Era de la Ignorancia
Vaya paradoja que vivimos en el nuevo siglo, que para algunos pensadores debería ser el mejor escenario para impulsar la Era del Conocimiento. En lugar de ello estamos viviendo una especie de Edad Media de la modernidad, porque conforme avanzamos en las facilidades para obtener información, en esa misma medida estamos creando generaciones más ignorantes.
El politólogo boliviano José Brechner aborda el tema de manera interesante en un artículo, en donde se refiere a la Era de la Ignorancia señalando que: “El desconocimiento pormenorizado de los acontecimientos políticos cotidianos y de la realidad objetiva, es un fenómeno que todos los psicólogos deberían estar analizando. Estamos viviendo uno de los momentos de mayor oscurantismo, pese al adelanto científico-tecnológico, y a la abundancia de información a la que tenemos acceso. Nunca hubo tanto conocimiento disponible a nuestro alcance y simultáneamente tanta ignorancia”.
Pruebas y señales de este peligroso fenómeno lo vemos por doquier. De hecho, este análisis surge luego de ver por televisión un sondeo en donde niños y adultos no atinaron a decir que era lo que México celebra el 5 de Febrero. Incluso, hubo una persona que dijo textualmente y con cierta duda: ¿La batalla del 5 de mayo?
A pesar de que hay sociedades y pueblos que actualmente tienen acceso a la Internet, a docenas de canales de televisión, a universidades y a todo tipo de libros y revistas, aún así su conocimiento pareciera digno de un campesino de la Europa medieval. Aplicaciones de encuestas y exámenes de conocimiento son de si preocupantes, ya que arrojan resultados increíbles, como que el 60% de los jóvenes norteamericanos no saben ubicar a Irak en el mapa a pesar de estar en guerra con ellos. Por su parte, la juventud inglesa cree que Sherlock Holmes fue un personaje real y que Wiston Churchill es un héroe de la guerra inventado por el cine y las revistas, lo mismo que Ricardo Corazón de León y Mahatma Gandhi.
El sociólogo alemán Roberto Kurtz advierte: “Así, la escasa reflexión intelectual se venga de los profetas de la supuesta nueva sociedad del conocimiento. La montaña de datos crece, el conocimiento real disminuye. Vivimos en una sociedad del conocimiento porque estamos sepultados por informaciones. Nunca antes hubo tanta información transmitida por tantos medios al mismo tiempo. Pero ese diluvio de informaciones ¿es realmente idéntico al conocimiento? ¿Estamos informados sobre el carácter de la información? ¿Conocemos en última instancia qué tipo de conocimiento es éste? En rigor, el concepto de información no coincide de ningún modo con una comprensión bien elaborada del conocimiento”.
Lo grave es que este fenómeno va en aumento. Cada vez son más los medios que nos conectan a fuentes de información, pero menos tiempo tenemos para reflexionar. Por eso, dicen los sociólogos, el conocimiento lo estamos recibiendo por consenso. Porque así se cree en la familia, entre los amigos o compañeros de trabajo. Porque está de moda o porque salió en la televisión.
¿Es posible creer que millones de personas consideraron el libro Código Da Vinci era un ensayo histórico con información real? Pues así fue. La mayoría no entendió que era una novela. Mera literatura de ficción para entretener y lo dieron por bueno. ¿Por qué? Por simple y estúpida ignorancia. Porque no se tiene capacidad de reflexión, crítica y análisis.
Todo esto se agrava, según los especialistas, por la presencia de la llamada “inteligencia artificial” que viene a facilitar más aún nuestros estilos de vida. Cada vez pensamos y hacemos menos, porque todo “es inteligente”. Hay edificios inteligentes. Autos inteligentes que nos dicen que les falta servicio. Refrigeradores inteligentes que nos advierten que se acabo tal o cual alimento. Y entre más cosas inteligentes nos rodean, más ignorantes nos volvemos.
A que va todo ello, a que pronto seremos una sociedad que cualquiera va a poder manipular. Todo es cosa de saber utilizar el canal adecuado. Somos una sociedad tan crédula, que engañarnos resulta fácil. Aunque no todas las sociedades viven lo mismo, y esas, tarde que temprano, se vuelven los pueblos dominantes. Esto explica también porque cualquier demagogo nos mueve a placer. Porque la propuesta más absurda parece verdadera. Porque el político más ignorante nos envuelve con discursos vacíos.
Vaya paradoja, entre más sabemos, más ignorantes producimos. Curiosamente la palabra “ignorancia” viene del sánscrito y del griego y quiere decir el adorador del fuego. Esto no en relación a la luz, sino por lo contrario, a quienes desconocen lo que hacen. Vamos, que no saben nada.
Jorge Lupín, quien se dice filósofo autodidacta y declarado enemigo de esta era de la ignorancia, dice que: “Ignorante es el que practica la ignorancia, y mediante la constancia y el ejercicio diario se la gana, rodeándose con oscuridad por los cuatro costados, de arriba y de abajo, por fuera y por dentro, en el presente y en el futuro; previniéndose así de cualquier luz; pasando entonces a formar parte de su ser y de sus actos”. Y por lo que vemos en esta generación, muchos ponen en ello todo su empeño.
Se han preguntado por cada hora de Internet o de televisión, ¿cuántos minutos le ha dedicado a la lectura seria? ¿Cuántos a la reflexión sobre ese conocimiento adquirido? O por el contrario, terrible síntoma, es usted de los que da por bueno todo lo que sale en el National Geographic o de los que consulta Wikipedia. Espero que no sea como esos jóvenes norteamericanos que creen, a estas alturas, que el sol gira alrededor de la tierra.
Bien dice Héctor Suárez: “por eso estamos como estamos y por eso somos, como somos”. ¿O lo dijo Napoleón? Lo voy a verificar en la televisión.
Aprender es descubrir que ya sabes; Hacer es mostrar que sabes; Enseñar es facilitar que otros descubran que saben.
Richard Bach